Seguramente habrás escuchado de gente que en medio del contexto actual se van a vivir a Uruguay. El otro día sin ir más lejos las CNN hablo de que 15 mil argentinos ya se habían instalado del lado correcto del charco. Pero cómo es esto? Se puede ir o no?
Se puede, pero no es para cualquiera. Desde hace un tiempito, Buquebus tiene frecuencias especiales. Arrancaron con una semanal, y ahora hay dos semanales. La conexión entre Argentina y Uruguay es mínima.
Dos frecuencias semanales no es absolutamente nada comparado con las decenas de frecuencias diarias que había antes de la pandemia.
Y quién puede tomar estas frecuencias especiales?
En principio el viaje desde Montevideo hacia Buenos Aires únicamente pueden tomarlo ciudadanos o residentes argentinos, y los viajes que salen de Buenos Aires hacia Montevideo, uruguayos. Por eso es que yo pude tomar uno.
Algunos recordarán que estuve varado en Buenos Aires por un tiempo cuando arrancó la cuarentena, y pude volver a Uruguay en uno de estas frecuencias especiales. Les voy a contar bien cómo es la cosa, pero tengan en cuenta que los pormenores del asunto pueden cambiar día a día y semana a semana.
El relato que van a leer, tiene en parte mi experiencia propia, y en parte lo que me van contando quienes la hacen. Estoy bastante actualizado.
Vamos a empezar por decirles que existen actualmente chances de que argentinos puedan acceder al viaje. Los ciudadanos y residentes uruguayos, pueden por ejemplo solicitar un permiso de reunificación familiar, para aquellos miembros de sus familias que se encuentren en Argentina y no tengan documentación uruguaya.
Para esto deberán hacer el trámite en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Una vez concedido el permiso, el argentino con familia en Uruguay podrá viajar. A su vez también podrán viajar aquellos argentinos que hayan iniciado los trámites de residencia pero que todavía estén en trámite. A estos últimos se les ha enviado una constancia desde el consulado uruguayo, y si no la tienen allí es donde deben conseguirla. El consulado no está atendiendo por teléfono, sólo por mail.
Cuestión que si pensaban que estos viajes especiales son similares a un cruce del charco habitual, no tienen idea. Son extremadamente distintos. El viaje es una serie de sucesos extremadamente complicados y tediosos, que torna absolutamente inviable la estandarización de los protocolos. Les voy a contar como es.
A la hora de sacar el pasaje en la web de buquebus, se les va a advertir de que estos viajes no son para cualquiera, y si aún tienen ganas de obtener un pasaje, van a encontrarse rápidamente con la primera gran diferencia: Los pasajes cuestan el doble o el triple de lo que solían costar. Esto tiene dos explicaciones. La primera es que el pasaje incluye un test de COVID-19 en modalidad PCR, y la segunda es que el buque va aproximadamente a un 50% de capacidad.
La terminal abre 5 horas antes del viaje y se recomienda ser puntual. Apenas se ingresa por la puerta, comienza un festival de tedio y dolor con una organización bastante eficiente por la gente de Prefectura, Migraciones y personal de Buquebús.
Ya desde la cola los van a llenar de papeles que tendrán que completar. Y estos se suman a los que ya deberán llevar impresos o haber completado online. Cuando compren el pasaje de Buquebús van a acceder a una página en la que se les van a dar todos los links correspondientes para el tema del papelerío. Pero en resumen, son declaraciones juradas de Migraciones de ambos países, autorización para hacer el hisopado, el pasaje, otros papeles que te van a pedir en Uruguay. MUCHOS PAPELES.
Al ingresar, se entra en un universo militarizado en el cual se avanza de checkpoint a checkpoint. Se te toma la temperatura y te asignan un número de asiento y un número de turno para la realización del hisopado. Luego de esto es que se te habilita a realizar el check in y te dan el boarding pass lo cual se anexa a nuestra ya extensa colección de papeles.
Desde el segundo en el que uno comienza esta travesía, uno empieza a darse cuenta de cómo viene la mano respecto del tipo de gente que va a viajar. Si desde algún medio te hicieron creer que estas frecuencias de Buquebús son un festival de champagne, waffle de L'Auberge y Form W8ben, te mintieron descaradamente. El panorama es bastante desolador y es de mucha tristeza, de gente que se va. De laburante que se va con lo poco que tiene, solo o con su familia, con sus mascotas, con un país totalmente devastado y una esperanza de trabajo digno y normalidad. Si te pones a mirar en detalle la gente que se va, que no te extrañe ponerte a llorar. Esto no es un éxodo de Nordelta a Jose Ignacios, esto es un éxodo de Caracas a Bogotá. Pobre del boludo que todavía no lo entendió.
Habiendo realizado el check in vas a ir a esperar a un lugar designado, y luego van a ir llamando de a grupos de a 40 para realizar el hisopado. La particularidad aquí es que el laboratorio se encuentra dentro del buque, por lo tanto a estos grupos los van a ir llevando hacia la bodega de la nave, donde se han instalado los puestos de extracción de muestras.
Se hace la cola y se va pasando rápida y prolijamente. El hisopado propiamente dicho se hace en ambas fosas nasales y dura aproximadamente 5 segundos por fosa. No es la experiencia traumática que muchos cuentan. No duele, y la sensación que genera es una mezcla entre cosquilleo y eso que se siente en una pileta cuando te entra agua en la nariz.
Terminado el asunto, se escolta nuevamente al grupo a un salón designado para esperar. Las muestras son procesadas en el mismo barco, pero los resultados están recién mucho después. Luego de esperar bastante mirando el techo, un oficial viene a buscar a tu batallón para que pueda ir acelerando con los trámites de seguridad y migraciones. Ambos se hacen con relativa rapidez para después ubicarse en otros salones de espera designados, según el número de asiento que nos haya tocado.
En este último tramo la espera se hace eterna, porque uno ya ha estado todo el día de acá para allá metido en esto. Ya se despachó el equipaje, ya se hizo el control de seguridad, ya se hizo migraciones, ya le tocaron la parte de atrás de los ojos con dos hisopos metidos por la nariz, ya llenó 500 formularios, y todavía no sabe cómo corno le dio el test.
Y te sentís fenómeno pero es irrelevante ya que el 80% de los casos de covid son asintomáticos y tranquilamente podes dar positivo.
Finalmente se termina la espera. Llegan varios operarios de la empresa vestidos con trajes hazmat trayendo listas en sus manos. “Los que nombre dieron negativo, pueden ingresar al buque”. CLIMA DE TENSIÓN. El hombre comienza a recitar nombres y a medida que se va vaciando el recinto uno comienza a preguntarse: qué hago si di positivo? Cómo me voy de acá? No puedo tomar un taxi y exponerlo al tipo sabiendo que soy positivo… Alquilo un auto? Cómo lo devuelvo? Ya fue, si di positivo me pego un corchazo.
De golpe por suerte el tipo te nombra y entonces se desvanecen todas las contemplaciones suicidas e ingresás al barco. Se muestra el boarding pass, y antes de ingresar te sanitizan de cuerpo entero con una suerte de detector de metales dotado de la capacidad de generar una cortina de lysoform.
Una vez adentro el viaje también es muy distinto a como era antes. Primero por el hecho de que siempre vas a tener un asiento libre al lado, lo cual es extremadamente cómodo y te hace quererlo al virus un poquito. Pero rápidamente se termina la joda cuanto se te informa que es absolutamente obligatorio realizar toda la travesía sentado. Que si querés ir al baño tenés que levantar la mano y avisar a los empleados de la empresa. El bar y el free shop están abiertos pero no son de libre acceso sino que también hay que levantar la mano para ir, y sólo se puede si no hay más de 3 o 5 personas respectivamente.
Aun así el viaje es tranquilo y si querés invertir 500 mangos en dos empanadas (que no estaban nada mal, debo decir) la posibilidad existe.
La llegada a Montevideo, si bien puntual, es un proceso largo, ya que el personal del barco no permite la gran “La nave se detuvo, vamos a pararnos todos al mismo tiempo y hacer la cola para salir”. El desembarco se hace ordenadamente y únicamente permiten ir bajando de acuerdo al momento que le toque a determinadas filas.
Una vez en la manga, te vuelven a tomar la temperatura, no sea cosa que haya subido un grado, y comienza una eterna fila para el trámite de migraciones uruguayo. Tal como habrán podido deducir, es un proceso distinto del argentino, y no está habilitada la doble migración conjunta que tantas satisfacciones nos ha dado.
No sé si es una directiva general o el caso puntual de la oficial de migraciones que me atendió personalmente, pero te reciben diciendo “bienvenido a casa”. No sé si es porque ya venía quebrado psicológicamente por todo el eterno proceso que implica esta repatriación, pero me movió alguna fibra sentimental.
Uruguay establece una cuarentena de 14 días para los llegados desde Argentina, la cual puede reducirse a 7 con la realización de un segundo test, siempre y cuando por supuesto también de negativo.
Me despido de este maratónico artículo con la esperanza de que les haya aclarado el panorama respecto de lo que se puede y lo que no en función del escape a oriente. Otro día les cuento cómo es la vida en Uruguay, pero por ahora les pido que tengan paciencia.
La conexión entre ambos países se va a normalizar más temprano que tarde y quienes quieran podrán venir. No es casual que el eslogan que Uruguay ha elegido para su comunicación institucional sea “Bienvenidos a estar bien”.
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