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¿Sigue vivo Estonia?


¿Sigue vivo Estonia?
¿Sigue vivo Estonia?


Hace algunos años, el programa de e-Residency de Estonia se convirtió en una especie de emblema del emprendedurismo digital. Prometía la posibilidad de crear y gestionar una empresa europea completamente online, sin pisar el continente, con una identidad digital oficial otorgada por un Estado miembro de la Unión Europea. Para miles de freelancers, nómades digitales y fundadores de startups, la propuesta resultó irresistible. Pero han pasado casi diez años desde su lanzamiento, y la pregunta es inevitable: ¿sigue vivo Estonia?


La respuesta corta es sí. Pero como suele ocurrir con las respuestas cortas, también es insuficiente. Porque aunque el programa continúa funcionando e incluso ha crecido en volumen, no es lo mismo hablar de crecimiento que de utilidad real o relevancia práctica para los usuarios de 2025. Hoy, más de 124.000 personas de más de 170 países son e-residents activos. En total, han creado más de 35.000 empresas, lo cual es una cifra considerable. Solo en 2024 se fundaron más de 4.800 nuevas compañías a través del sistema. Pero el crecimiento porcentual se está desacelerando, y eso es un dato clave: el programa ya no sorprende ni genera el “hype” de sus primeros años.


Estonia sigue siendo una puerta de entrada al mercado europeo. Eso no ha cambiado. Desde países de África, Asia o América Latina, poder establecer una empresa en la Unión Europea sin trámites presenciales sigue siendo una ventaja potente.


Sin embargo, hay matices. Para empezar, la e-Residency no otorga residencia fiscal, legal, ni ciudadanía, ni derechos migratorios de ningún tipo. Es una identidad digital con ciertas capacidades, una suerte de llave para ingresar al portal de creación de empresas.


Tampoco ofrece automáticamente ventajas fiscales corporativa, y en muchos casos —dependiendo del país de residencia del titular— puede incluso generar obligaciones impositivas dobles.


El punto más delicado hoy es el acceso a servicios bancarios. Durante un tiempo, parecía que Estonia ofrecía una solución integral: empresa, cuenta, operaciones. Pero la realidad es más compleja. Los bancos estonios tradicionales, como LHV, Swedbank o SEB, exigen conexión económica real con el país y, en muchos casos, presencia física para abrir una cuenta.


Esto limita la experiencia completamente remota y deja a muchos emprendedores fuera del sistema bancario clásico. En respuesta, muchos e-residentes optaron por alternativas como Wise o Paysera, que sí permiten operaciones sin presencia física.


Pero esto conlleva un problema serio. Una empresa que por su arquitectura premia a quienes no reiran utilidades (ahorrarndo dentro de la empresa), jamás debería hacerlo en wallets, sino en bancos reales.


Desde lo fiscal, Estonia ha sido históricamente atractiva por su esquema de impuesto corporativo que solo se paga cuando se distribuyen utilidades. Sin embargo, esto también está cambiando.


A partir de 2025, el país aumentará su tasa general de IVA al 24% y su tasa de impuesto corporativo al 22%. Si bien sigue siendo competitivo frente a muchos países europeos, el diferencial se achica.


Y en la práctica, la carga fiscal total puede no diferir tanto de la de otros países más grandes, especialmente cuando se suman los costos indirectos: asesoramiento especializado, contabilidad obligatoria, y servicios de cumplimiento.


Ni hablemos de aquellos casos en los cuales donde la empresa estonia no satisfaga CFC Rules y por lo tanto se transparente, no ofreciendo entonces beneficio alguno.


La contribución económica del programa es innegable. En 2024, las empresas de e-residentes generaron más de 31 millones de euros en impuestos. Y desde su creación, el e-Residency se convirtió en una fuente estable de ingresos y posicionamiento internacional para Estonia.


Pero a medida que otros países (como Lituania, Georgia, EUA) desarrollan sus propios sistemas digitales de incorporación remota —más flexibles, menos burocráticos y con mayor acceso a servicios bancarios reales— la ventaja competitiva estonia comienza a erosionarse.


Entonces, ¿sigue vivo Estonia? Sí. ¿Sigue siendo útil? También, pero no para todos.


Para quien busca una vía de acceso al mercado europeo sin residencia física, sigue siendo una herramienta poderosa. Pero para quien espera una solución mágica o una estructura fiscal agresiva y sin fricción, el sistema puede resultar más costoso y restrictivo de lo esperado.


El programa de e-Residency se mantiene como un modelo de vanguardia en términos de identidad digital estatal, pero su utilidad depende hoy más que nunca de un análisis fino de cada caso, particularmente a la hora de aplicar CFC Rules.


Estonia sigue siendo un faro. Pero su luz ya no es la única. Y para muchos emprendedores del sur global, la mejor estrategia ya no es seguirla sin pensar, sino entender exactamente qué ofrece y qué no.

 
 
 

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