Hablemos de reestructuraciones y fusiones. La vida de las startups está repleta de emociones: desde la euforia de cerrar una gran ronda de financiación hasta el pánico de tener que inventar algo antes del viernes porque no hay caja para pagar sueldos.
Pero entre todos esos momentos intensos, hay uno particularmente intrigante y menos mencionado: las reestructuraciones corporativas y las fusiones.
Logicamente "Restructuración" suena como una palabra elegante para decir "las cosas no van bien". Puede ser cierto, pero no siempre. Una reestructuración puede ser tan simple como cambiar la forma en que se organizan los departamentos dentro de una empresa. O, en casos más extremos, podría significar despedir a una parte del equipo o cambiar la dirección del negocio.
Por otro lado, las fusiones pueden ser como esas peliculas donde un hombre roto emocionalmente adopta un perrito de la calle y la gente reflexiona “Bob salvó a Firulais, pero en realidad Firulais salvó a Bob”.
Dos empresas se encuentran, se dan cuenta de que son más fuertes juntas que por separado, y deciden unir sus fuerzas. Pero como cualquier relación, las fusiones no siempre son un camino de rosas. Integrar dos grupos humanos, sistemas y egos puede ser extremadamente complicado.
Pero la idea de una fusión, es que cuando dos empresas se fusionan, el potencial combinado de ambos negocios sea más grande que la simple suma de sus partes.
Las reestructuraciones y fusiones pueden traer despidos, y una larga lista de nuevos desafíos. Es como intentar armar un rompecabezas donde las piezas son constantemente cambiantes.
Entonces por qué las empresas lo hacen? Simple: supervivencia en la gran mayoría de los casos. En el mundo de las startups, quedarse estancado, o sin haber podido validar un producto, o un mercado, es morir. Las empresas necesitan adaptarse, evolucionar y, a veces, tomar decisiones difíciles para seguir adelante.
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